6.5.06

NUEVOS-VIEJOS MÁRTIRES DEL 36


Se reproduce abajo una página de Alfa y Omega, suplemento católico del ABC, que informa de la próxima beatificación de 53 mártires, todos asesinados durante la guerra del 36. Trapisonda, que tiene rectores de todo color, católicos surtidos, recios y blandos, sentimentales y de acción, se huelga en bloque por el hecho de que se reconozca el heroísmo supremo del martirio, porque sabe que si se muere por Dios se muere por todo lo demás del Universo. Si se muere invocando el nombre de Dios, se hace por la verdad, la justicia, la paz y por la Patria también. Vaya si por la Patria, sustento natural y terrenal de la fe que recibimos y transmitimos, y del afán de justicia, y de una cosmovisión trascendente.

Entonces, ¿qué le sobra o que le falta al artículo? Aquí se pone y, abajo, antes de la firma, se dirá el defecto, que no es lapsus; el error, que no es involuntario:

Mártires del 36, camino de los altares

La guerra civil, que se saldó con miles de muertos, costó también la vida, entre otros muchos, a 53 religiosos españoles que inician su camino hacia la beatificación con la aprobación, por el Papa Benedicto XVI, de los Decretos por los que se reconoce su entrega por Cristo. Todos ellos murieron en las primeras semanas de la guerra

Ya están más cerca de los altares. Se trata de 53 religiosos españoles que fueron asesinados en el año 1936, el año en que estalló la guerra civil. Entregaron su vida por Cristo, y el Papa Benedicto XVI ha querido reconocer ese sacrificio autorizando a la Congregación para las Causas de los Santos que se promulgasen los Decretos concernientes a esas Causas de beatificación. Lo hizo en la audiencia privada que mantuvo con el cardenal José Saraiva Mar-tins, Prefecto de esta Congregación.

Inician, así, el camino hacia la beatificación 53 españoles. Entre ellos, se encuentra el obispo monseñor Cruz Laplana y Laguna, que fue asesinado en Cuenca, entre el 7 y el 8 de agosto de 1936. Junto a él, asesinaron también al sacerdote don Fernando Español Berdié. El que fuera obispo de Ciudad Real, monseñor Narciso Estégana Echevarría, fue asesinado en esta ciudad junto con otros diez compañeros. El sacerdote Liberio González y otros doce compañeros fueron asesinados en Cruz de Barciene, el 18 de agosto de 1936.

El 22 de julio del mismo año, en Toledo, perdían la vida 16 carmelitas descalzos encabezados por el sacerdote Eusebio del Niño Jesús. Y siete franciscanos de la Orden de los Frailes Menores, encabezados por el sacerdote Feliz Echevarría Gorostiaga, fueron asesinados el 21 de septiembre de 1936, en Azuaya. El último Decreto aprobado por el Papa sobre mártires de la guerra civil pone en marcha el proceso de beatificación de cuatro Hermanos de las Escuelas Cristianas, encabezados por don Teodosio Rafael, que murieron entre el 6 y el 7 de agosto de 1936, en Boca del Congosto.

El camino hacia los altares de estos mártires se inició desde el momento en que dieron su vida por Cristo. Con los Decretos promulgados se pone en marcha el proceso de beatificación que, en los casos de las personas que han entregado su sangre por Cristo, no requiere el reconocimiento de milagros atribuidos a estos Siervos de Dios.

Durante la audiencia con Benedicto XVI, también se promulgaron otros Decretos sobre varios españoles. Se reconocieron los milagros de dos futuros Beatos españoles: la madre Margarita María López Maturana, que fundó el Instituto de las Hermanas Mercedarias Misioneras, y el sacerdote don Mariano de la Mata Aparicio, de la Orden de San Agustín.

Asimismo, también se reconocieron en varios Decretos las virtudes heroicas de cuatro españoles, don Ciriaco María Sancha y Hervás, que fue cardenal arzobispo de Toledo y fundador de la Congregación de las Religiosas de la Caridad del Cardenal Sancha; la madre Esperanza González Puig, fundadora de la Congregación de las Misioneras Siervas del Corazón Inmaculado de María; la madre Catalina Coromina Agustí, fundadora del Instituto de las Hermanas Josefinas de la Caridad; y la madre Dolores Márquez Romero de Onoro, fundadora de la Congregación de las Filipenses Hijas de María Dolorosa.

Y el error, buen lector es una carencia: en toda esta página, donde se ponen datos de cómo y donde fueron asesinados los mártires, no se dice ni una sola vez (entre cincuenta y tres ejemplos) quiénes eran sus asesinos. O sea, quiénes mataban a la gente de fe.

Es una buena medida católica el perdón. Es, además, exigible: Perdonar a nuestros enemigos. Nadie se queja de ello. Tampoco Trapisonda. Pero el olvido –con o sin perdón- es siempre un error, una falta de respeto hacia el futuro y los hombres del futuro, que deben saber que furiosas cosas mundanas llevan al asesinato en masa.

Y el olvido por motivos tácticos, o sea, el silencio culpable o cobarde, deja, además, la sombra de la duda para las generaciones que no fueron educadas en la memoria: En aquella guerra de 1936 había dos bandos enfrentados con las armas, pero sólo uno de ellos mataba a fondo en retaguardia, especialmente a sacerdotes y a gentes desarmadas. Si la Iglesia no identifica a ese bando, se traiciona a sí misma, traiciona a la verdad y, desde luego, a sus heroicos mártires.

Mártires que no lo hubieran sido de mantener una postura tan timorata como la Iglesia de ahora mismo, que es que no escarmienta o es que olvida lo peligroso que es enfadar al bando de los matarifes.

El Rector Subgeneral Manolo.

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