8.5.06

EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE CATALANES

Goya bendito

Ahora que Chaves, que es algo raro de neurona, ha decidido que Andalucía también es una realidad nacional, ya se puede decir: Es el doble de Nación que Cataluña, no en vano cuenta con ocho provincias donde la otra cuenta cuatro con los dedos. Y más pequeñas. Siempre que juguemos a las Naciones, que es como hacerlo al advenimiento de los calamares con su nube de tinta, adminículos de Blanco. Pedazo de subsahariano que, a boina suelta, se encarga de las mentiras oficiales que otros no se atreven a decir. Él y de la Vega, ambos coincidentes en que España está más cohesionada que nunca. Quizá cohesionada, pero no unida: estregadero de Europa, sociedad esparrancada ante el socialismo, ese acabado dispositivo de la decadencia y del latrocinio.

O sea, caminemos todos juntos, y ellos los primeros, por la apropiación del estatuto, la estabilidad del desempleo, la falta del derecho humano a usar la inteligencia, el mandato de Maragall, en todo semejante al caos (Maragall y el mandato: ambos) y el hecho que, a fuer de pecadores, no nos merecemos la beatífica Cataluña que nos preparan. De regalo.

En la columna titulada Enuresis, Ignacio Camacho, en ABC, dice con bastante razón que el partido de Carod debe ser expulsado del gobierno catalán por el aquello de estar en contra de una medida del mismo gobierno como es ser favorable al «Sí al Estatuto». Pero algo falla, porque el gobierno de Maragall, que se sepa, no puede estar oficialmente por el Si, sino por que se vote y hacer propaganda sólo institucional y no de contenidos, aunque, en contra del comité de no intervención democrática, por así, decir, la Generalidad pide el sí, y listo. En ese sentido, es más natural la postura de Carod y los suyos que la de Maragall, que, como presidente y como gobierno, postulan un sí que se convierte en manipulación.

Hay otra consideración: que ERC no es el único partido que está en el gobierno y en la oposición. El Psoe no hace otra cosa desde el advenimiento de Felípez: gobernaba y se oponía a Franco, como si no hubiera muerto. Todo muy razonable. Luego, salteado, llegó Zapatero y siguió oponiéndose a Franco, tan poco republicano y a Aznar, que tampoco. Porque el PSOE es un totalitario que siempre aprovecha para hacer prácticas y ocupar todo el espacio que deje libre la nada del estado actual, hasta llenar el universo accesible.

Pero ¿acaso la gente toma en cuenta al PSOE y a ERC eso de ser las dos cosas a la vez, gobierno y antigobierno? No. Del mismo modo que no se sorprende al ver que la oposición en Cataluña, CiU, está a favor del gobierno y que el PP, en Madrid, ha permitido que su “Leal Oposición” fuera desbordada por la Oposición del PSOE a Aznar. O sea, que los españoles contamos como natural esquivar la razón exacta, la lógica y lo que sea menester cuando se habla de política y no pasamos recibo por los mil y un contrasentidos. ¿Por qué? Porque el Sueño de la Razón engendra Zapateros y Carodes. Como mínimo.

Sólo los periodistas parecen hacer caso de la razón atropellada, pero tampoco es cierto: no hacen caso sino campaña. Y por dinero. El mundo es del que más corre, no lo dude. Y a carreras gana siempre el interés particular, como lo prueba que los socialistas y los comunistas, buenos republicanos, siempre acosan a los indefensos que se imaginan que la verdad tiene alguna utilidad en España. Los acosan y los asustan, pero, acorraladlos, republicanetes, y os acorralaréis, como hicieron generaciones de asiduos republicanos desde mediados del Siglo XIX. Y repitieron los de la Segunda, hasta que fueron derrotados en el campo de batalla que ellos mismos eligieron. Acorraladlos y se defenderán.

Si no lo hicieran, de puro miedo, estaría claro que la gente asustada no merece ser defendida sino seguir siendo asustada. O sea, como ahora.

UNA RAYA EN EL AGUA |
ENURESIS
Por Ignacio Camacho

UN problema para cada solución. Esto es lo que ha encontrado Zapatero desde que permitió a Maragall aliarse con Esquerra Republicana, para después asumir él mismo esa alianza nada menos que en la gobernación del Estado. No gana el presidente para disgustos con la «cuestión catalana», que se empeñó en abrir por la vía más complicada e inestable. Por cada acercamiento recibe una patada; por cada humillación, una chulería; por cada concesión, una deslealtad. Hay elementos que llevan la ingratitud en los genes, y el nacionalismo es, en sus distintas vertientes y grados, un proceso continuo de desapego egoísta e insatisfacción perpetua. Bien podría el Gran Optimista reflexionar siquiera preventivamente sobre esta condición desafecta de sus interlocutores a la hora de sentarse ante el tablero vasco. Quien con niños se acuesta, mojado se levanta, dice el refrán. Y ya quisiéramos todos que estos socios de (in) conveniencia que se ha buscado el Gobierno se limitaran a orinársele en la cama. Lo están haciendo en el salón.

Ni la «fumata» de Moncloa, con los cordiales cigarrillos post-coyunda entre Zapatero y Artur Mas, ni el «culo di ferro» de Rubalcaba para desatascar en el Congreso la negociación estatutaria, han acabado de desenredar un lío que comenzó en el Pacto del Tinell y se ha ido enmadejando hasta esta afrenta de rechazar un Estatuto con el que España se ha puesto de rodillas. Lejos de anclar al independentismo en la responsabilidad institucional, el pacto con ERC sólo ha servido para desestabilizar al Partido Socialista en la Generalitat y en el Gobierno. El Estado se ha abierto en canal como un melón, ha cedido competencias, financiación, dignidad, y hasta ha reconocido una nación inventada, pero a cambio no ha obtenido más que calabazas, inestabilidad y oprobio. Maragall y Zapatero le han servido la mesa a los «camisas grises» de Esquerra y éstos les han escupido en el plato delante de todo un país estupefacto.
El único gesto digno que cabría esperar en esta crisis es la inmediata expulsión de ERC del gabinete catalán. Inmediata: antes incluso del referéndum, por la pura lógica de que un partido que gobierna no puede oponerse al principal proyecto de su propio gobierno. Y por honor, por decencia, por decoro. Con el cese fulminante de sus socios desleales, Maragall podría recuperar algo de su deshilachado liderazgo (la totalidad ya es imposible, porque se trata de agua derramada) y los ciudadanos recibirían al menos el mensaje de que a su dirigencia política le queda algún escrúpulo moral por encima de la pasión del poder.
Claro que eso implica elecciones anticipadas en Cataluña y la búsqueda de una nueva mayoría que respalde al Gobierno central en un momento clave. Duro, pero es el precio de un error irreversible, de un fracaso incontestable. Ya no se sostiene más tiempo la ficción de que se puede gobernar una nación con unos tipos que no creen en ella.

Perdón, buen articulista, pero no es que no crean en España solamente. Van más allá: es que no la soportan ni como recuerdo. El caduco Conseller Huguet, de ERC, lo ha dejado claro ampliando la persecución incluso a las bailaoras flamencas y los todos de felpa, sobre el que se explaya aquí abajo Antonio Burgos, dejando pasar, por una vez, la oportunidad de darle un palito a Franco. Si se habrá tomado en serio lo de los muñecos:

PANCIMARTELEVISÓ
Por Antonio Burgos

ESPAÑA no ha comprendido a don José Huguet, consejero de Comercio, Turismo y Consumo de la Generalidad, cuando ha anunciado que quiere prohibir en toda Cataluña, y especialmente en las turísticas Ramblas de Barcelona, la venta de muñequitas vestidas de flamenca y toritos de peluche. Se le han tirado al degüello, mas he de salir en su defensa.

No, no, Huguet no quiere prohibir las muñequitas flamencas, las Barbis tipicalespanis, las Nancis de faralaes, para erradicar los símbolos que relacionen a Cataluña con España (y más concretamente con Andalucía, la esencia de España, manque haya sentado plaza de «realidad nacional»). No es que Huguet esté contra las muñequitas flamencas: es que está a favor de la innovación tecnológica. Con su decisión quiere impulsar la artesanía pancimartele-visó. Es el único que se ha dado cuenta de los gravísimos problemas no resueltos en un asunto fundamental para la cultura material de nuestro tiempo: el futuro de lo Pancimartelevisó.

—¿Qué es eso de Pancimartelevisó?
—Pues «para encima del televisor» en inmersión lingüística andaluza.

Las muñecas vestidas de flamenca, imagen de España en el mundo, de la misma ilustre familia andaluza que el toro de Osborne o el sombrero de ala ancha de Tío Pepe, fueron creadas en 1928 por el imaginativo artesano don José Marín Verdugo, en Chiclana de la Frontera. La Chiclana de Paquiro y de Mendizábal, el camino sembrado de flores de la «Chiclanera» de Angelillo. Por su creador, tales figuritas son conocidas en todo el orbe gaditano como las muñequitas de Marín. Que tuvieron su gran desarrollo gracias a la expansión de la TV. El televisor llegó a todos los hogares, pero los españoles vieron que su superficie superior quedaba muy sosa, desangelada.

Le pusieron pañitos de croché, como habían hecho con la radio. No daban bien. Probaron con figuritas gallegas de curas con paraguas; con cerámicas de las casas colgantes de Cuenca; con miniaturas de hórreos y potes gallegos. No resultaban. Hasta que alguien encontró el complemento perfecto pancimarte-levisó: ¡la muñequita de Marín! Bueno, y si junto a la muñequita con su larga bata de cola, o con su traje de flamenca faldicorto tipo Marisol, ponían el torito negro tus ojos con divisa rojigualda, haciéndola como ganadera salmantina de la copla, ni te cuento. La suprema estética kitsch, quintaesenciada si el televisor estaba, además, colocado en el mueble-bar. La fábrica chiclanera de Marín alcanzó su máxima expansión con la popularización de la TV, y llenó los muebles-bares de toda España. No importaba que el receptor fuera enchufa el Askar o Telefunken, si pancimartelevisó había una muñequita de Marín.

Hasta que llegaron los receptores de plasma, las planísimas pantallas, y encima del televisor... ¡no se podía poner absolutamente nada! Es como si Carmen, con la navaja de su liga, hubiera apuñalado mortalmente a la muñequita de Marín. O como si su compañero el torito enamorado de la luna del televisor le hubiera metido el cuerno por el escritorio, como a la Tía Norica. Y aquí viene la nunca bien ponderada acción política del señor Huguet, qué visión de futuro. El señor Huguet no quiere que los turistas que visiten Barcelona sientan la frustración, como se han dado muchos dolorosos casos, de que compren una muñequita de Marín pancimartelevisó y luego lleguen a sus casas con ella y no tengan televisor donde ponerla encima, con tanta estrechísima pantalla de plasma. Dice que quiere impulsar la artesanía catalana pancimartelevisó, pero no sabe Huguet con quién se juega los cuartos: con la emprendedora gente de Chiclana. Me pongo lo que sea a que, con éstas, en dos semanas saca Marín su nueva perfecta muñequita pancimartelevisó... de plasma. Y con barretina en vez de peineta, por descontado.

Trapisonda propone regalar a toda la trouppe una muñeca hinchable –no del felpa-, para que se relaje.

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Composición original de F. Franco.